Señor, ten a bien darme un alma que desconozca el aburrimiento, que desconozca las murmuraciones, los suspiros y las lamentaciones; y no permitas que me preocupe demasiado en torno de ese algo que impera tanto, y que se llama yo...
Obséquiame con el sentido del humor. Concédeme la gracia de entender las bromas, para que pueda conocer algo de felicidad, y sea capaz de donársela a otros.
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