sábado, 20 de diciembre de 2014

¿Por qué se mueren los niños? (Elisabeth Kübler-Ross)

“Los niños moribundos, mucho más que los adultos dicen exactamente lo que necesitan para estar en paz. La mayor dificultad está en escucharlos y hacerles caso”
“Los niños lo saben intuitivamente; si no les contagiamos nuestros miedos y nuestro dolor, ellos tienen la capacidad de enseñarnos muchas cosas”
“De forma similar a los adultos, los niños dejan sus cuerpos físicos igual que LA MARIPOSA SALE DEL CAPULLO y pasan por las diferentes fases de vida después de la muerte. María suele ayudar cuando se trata de niños”
Elisabeth Kübler-Ross

Disfrutamos de mucha tecnología y recursos materiales pero contamos con poco conocimiento de los procesos de la Vida y poco sentido de trascendencia que nos ayudaría a entender mucho mejor nuestro paso por la tierra y a transitar la muerte con mayor naturalidad y alegría. Los niños, están menos contaminados que los adultos en estos temas y comprenden mejor los ciclos vitales.
Un ejemplo es el bellísimo, aunque impactante, testimonio de Dougy, un niño de 9 años con cáncer que escribió a la experta en tanatología y cuidado de enfermos terminales Elisabeth Kübler-Ross formulándole 3 preguntas:
  • ¿Que es la vida?
  • ¿Que es la muerte?
  • ¿Porque tienen que morir los niños pequeños?
La Dra le respondió con una sencilla carta, con dibujos pintados con los lápices de colores de su hija, explicándole de forma gráfica y emotiva en qué consiste la escuela de la vida. La respuesta del niño fue muy positiva y lo compartió con otros niños y con los padres de otros niños muy enfermos. Posteriormente, fue publicado en el libro “Carta para un niño con cáncer” (ver abajo) y la autora profundizaría en el tema en la obra “Los niños y la muerte

Elisabeth Kübler-Ross fue una de las personalidades más importante del siglos XX. Suiza de nacimiento, ejerció toda su vida profesional en EEUU. Médico-psiquiatra, fue pionera en los cuidados paliativos a los enfermos terminales en los hospitales y cambió la pecepción occidental de la muerte, del duelo y de las necesidades de las personas moribundas. Su testimonio científico (ella y su equipo entrevistaron a más de 20.000 personas con experiencias cercanas a la muerte y que habían regresado, de entre los 2 y 99 años, de diferentes culturas y religiones) es crucial para entender la etapas de la muerte y la supervivencia de la consciencia. Publicó más de 20 libros sobre estos temas y dedicó su vida a da luz y amor a los enfermos más olvidados de las sociedades “avanzadas”.

Cuando se explican los múltiples factores causantes de las enfermedades, incluidos los emocionales, no se entiende porqué los niños pequeños enferman y desencarnan porque falta una pieza básica del puzzle: la espiritual o trascendetal.
Con esta sencilla carta, Elisabeth infundó valor a un niño muy enfermo y que murió en paz a los 12 años.

A continuación adjuntamos la carta y abajo el texto y un documental sobre la vida de esta gran mujer.











Esta es una historia sobre LA VIDA y las tormentas, sobre las semillas que plantamos en primavera, las flores que florecen en verano, y las cosechas del oteño. Sobre LA MUERTE que a veces llega demasiado pronto y para alguna gente llega tarde y sobre lo que significa todo esto. Piensa en el principio de la vida y en Dios, que creó todas las cosas: el sol que brilla sobre el mundo y nos calienta, hace crecer a las flores con sus rayas, que siempre cubren la tierra, incluso cuando las nubes no nos dejan verlos. Dios siempre nos ve. Su amor brilla sobre nosotros, y esto no cambia, seamos grandes o pequeños.
Cuando nace la gente, son pequeñas semillas, como las del diente de león, que soplamos en verano. Algunas caen en la  cuneta, otras en las rocas y otras sobre el prado verde delante de una casa rica. Lo mismo nos sucede a nosotros: empezamos nuestra vida en una casa rica, o en una familia pobre; otras empezamos la vida con unos padres que nos querían mucho y a otros los adoptaron unos padres escogiéndolos personalmente en un orfelinato.
Algunos pueden llamarlo “el arriesgado juego de la vida“. Pero recuerda que Dios también se ocupa del viento, y se ocupa tanto de aquellas semillas como lo hace con todos los seres vivos, especialmente los niños. ¡No hay casualidad! Dios no distingue, nos quiere sin condiciones, comprende, no juzga, es todo amor.
Tu y Dios escogistéis a tus padres de entre muchísimos que había. Los escogiste, pues querías ayudarlos a crecer y aprender; ellos también pueden ser tus maestros. La vida es una escuela donde se tiene la oportunidad de aprender muchas cosas como: de qué manera tratar a la gente, cómo entender nuestros sentimientos, cómo ser sinceros con nosotros y con los demás.
También podemos aprender a dar y recibir amor y cuando hayamos pasado por todas las pruebas, como en el colegio, nos licenciaremos, esto es, se nos dejará volver a nuestra casa verdadera, a Dios, de donde venimos todos y dónde encontraremos a todos los que amamos, como sucedió en la fiesta de fin de curso. Esto es el momento de la muerte, cuando dejamos nuestro cuerpo, cuando hemos hecho los deberes y podemos volver a casa.
Algunas flores sólo florecen unos pocos días y todos las admiramos y las queremos por ser señal de la primavera de de la ESPERANZA. Luego mueren ¡Pero ya han hecho lo que tenían que hacer!. Otras flores, florecen durante muchos días y entonces la gente no se fija en ellas, esto es también lo que pasa con los vejecitos, se los ve sentados en un banco en el parque, hasta que no se les ve más, pues se han ido para siempre…
Todas las cosas en este mundo son un círculo: el día sigue a la noche, la primavera sigue al invierno.
Cuando un barco desaparece en el horizonte, no es que se haya “ido para siempre”, es que ya no está a la vista. Dios cuida todo lo que ha creado: la tierra, el sol, los árboles, las flores y la gente, que tiene que pasar por la escuela de la vida, antes de les licencie.
Cuando hemos acabado con el trabajo en la tierra podemos dejar nuestro cuerpo que encierra nuestra alma como el capullo de seda a la mariposa. Y cuando llegue el momento, dejaremos el cuerpo y nos liberaremos del dolor y del miedo. Seremos libres como una mariposa. Y volveremos a Dios, a nuestra casa, donde nunca estamos solos y donde podemos crecer, cantar y bailar… donde encontraremos a todos los que amamos (a los que dejaron sus cuerpos antes que nosotros) y donde estaremos rodeados de todo el Amor que podemos llegar a imaginar.

Elisabeth Kübler-Ross

((TOMADO DE http://www.elblogalternativo.com))



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