lunes, 24 de febrero de 2020

✨ PIENSA COMO ARTISTA.... de Will Gompertz


En la sociedad contemporánea, el arte goza de una posición privilegiada en el imaginario colectivo; sin embargo, todavía es común escuchar, de boca de algunos renegados, que la elección de un oficio artístico es la elección de un camino egoísta, o un destino solitario, o, en el peor de los casos, una sentencia de muerte por hambruna, en este mundo donde lo que más importa para sobrevivir es la productividad, la inmediatez y la funcionalidad tangible.
A esos valerosos que han reunido las agallas para decir: "dedicaré mi vida al arte", y que se han arrojado a la persecución de un sueño del que, hay que reconocerlo, resulta difícil alimentarse; a ellos parece dirigirse el libro "Piensa como un artista" de Will Gompertz, un texto que puede tomarse como manual o fuente de motivación, en el que, basado en la observación biográfica de artistas de diferentes disciplinas y trayectorias, se resumen 10 consideraciones que debes tener presentes para dedicarte al arte o, en el mejor de los casos, para vivir explorando tu creatividad.
1. Los artistas emprenden
Comienza por el básico y desolador principio de realidad: "El dinero compra la libertad y la libertad significa tiempo. Y el tiempo, para un artista, es el activo más valioso de todos". Con esta aseveración, Will Gompertz sienta las bases de los próximos aspectos. Primero hay que buscar la forma de capitalizar el quehacer artístico para poderlo ejercer con soltura; decir que un artista es un empresario no es una contradicción, asegura el autor, para tener éxito creando es necesario tener cierta visión empresarial. Para sustentar esto, se vale de las palabras de Da Vinci, quien dijo que las personas de éxito rara vez esperan que las cosas ocurran. Son ellos los que hacen que ocurran las cosas. "Ese es el camino del artista: ser el acontecimiento. Convertir la nada en algo", dice Gompertz.
2. Los artistas no fracasan
Quienes persiguen un objetivo creativo deben considerar la vida como un laboratorio de tiempo completo, señala el autor, para quien el truco consiste en ser capaz de discernir qué elemento es necesario conservar de trabajos y experiencias anteriores y qué elemento se debe descartar del todo. "Expresar las reacciones personales que el mundo nos provoca, con un estilo y técnica característicos, no es algo que se consiga fácilmente, ni de la noche a la mañana; sin embargo, una vez descubierta la manera, aparece una plataforma sobre la que el creador puede construir toda una carrera artística". En este sentido, los fracasos pueden llegar a ser incluso momentos deseables. Bien dice el refrán: lo que no te mata, te hace más fuerte —siempre y cuando no se tropiece mucho con la misma piedra—.
3. Los artistas se toman su curiosidad muy en serio
Las ideas gratuitas o nacidas de la ignorancia suelen ser poco maduras, endebles e inútiles. Pero las concebidas sobre la base de un conocimiento real e inspiradas por una pasión genuina son las que deben expresarse. Es por eso que Gompertz exalta la necesidad de mantener los sentidos abiertos a toda experiencia sensorial y del intelecto que pueda despertar curiosidad, y sirva de inspiración verdadera para la concepción de una obra. "En realidad es sencillo, la imaginación manufactura conceptos concretos cuando está preparada para ello". Por eso la importancia de que un artista viva consciente de que, en cualquier momento, algún estímulo producido por una vivencia o un conocimiento adquirido, puede ser el detonante de todo un estallido de creatividad. Hay que saber pescar el instante justo cuando se nos presenta como fuente de inspiración.
4. Los artistas roban
Para comenzar a crear hace falta un punto de partida. Nadie conoce desde un inicio los artificios de oficio alguno, por eso la importancia de encontrar maestros y modelos, replicarlos y exprimir todo lo que se pueda aprender de ellos hasta la saciedad. A veces hasta el hartazgo. Entonces, con los pies bien puestos sobre la tierra, dar el salto, arrojarse al vacío, cerrar los ojos y emprender el vuelo. Según Will Gompertz, así es como nacen las ideas: "las combinaciones inusuales, mezcla de lo viejo y lo nuevo estimulan la aparición de ideas originales, aunque, realmente, las ideas por completo originales no existen. Lo que sí existe son las combinaciones únicas".
5. Los artistas son escépticos
La única forma de iniciar el proceso creativo es a través de preguntas; y son precisamente las que no tienen respuesta, aquellas que obligan a pensar, las que ocupan el centro del proceso creativo. Por eso no se puede dar nada por sentado, dice el autor, quien exhorta a cuestionarlo todo, hasta las certezas pueden transmutar para brindarnos resultados completamente inesperados. "En las actividades creativas no hay absolutos, sólo suposiciones informadas. Al menos serán nuestras suposiciones informadas las que dotarán nuestra obra de alma y de un carácter único".
6. Los artistas piensan en conjunto
La creatividad, como la sociedad, prospera cuando los elementos individuales encajan en la panorámica general y además la mejoran. Y aquí embona la metáfora con la que Gompertz define a la creatividad: un juego de ajedrez en el que los mejores jugadores son aquellos capaces de calcular muchas jugadas anticipadamente, sin perder de vista la situación inmediata. Pues, cuando se trata de crear, es crucial no perderse en los detalles, pero ser lo suficientemente minuciosos para que las generalidades no se esfumen o disuelvan en una vaga inmensidad sin sustancia alguna.
7. Los artistas tienen su punto de vista
El punto de vista de un artista es su firma, acaso una huella digital. Por lo tanto, conocerse a profundidad es una de las mayores cualidades dentro de su trabajo; muchas veces no son más que peculiaridades individuales que, bien miradas, bien analizadas y bien pulimentadas, pueden convertirse en fortalezas a la hora de crear. En este punto, el autor enfatiza que si deseamos que nuestras ideas sean vistas o escuchadas, es fundamental tener algo que decir y un punto de vista desde el cual hablar, pues será siempre la opinión lo que empuje al hombre a hacer cosas excepcionales. "En el juego de la creatividad nadie es jugador hasta que no tiene algo que decir (...) Una vez que descubrimos lo que queremos decir, el día a día puede convertirse en una fuente potencial de estimulación creativa".
8. Los artistas son valientes
Cuando se habla de creatividad, a veces nada parece tan atrevido como expresar nuestros sentimientos e ideas ante un público potencialmente agresivo, dice Gompertz, sustentado por las palabras de Coco Chanel: "El acto más valeroso aún es pensar en nosotros. En voz alta". La humildad, después de todo, es una cualidad honrosa, pero también un freno para la creatividad, asegura el autor y añade que, en realidad, lo que pasa a la hora de reservarnos ese mundo interior que muere por revolotear en el mundo exterior, es el pánico de compartir las ideas y nuestra originalidad. "Cualquiera que desee proponer nuevas ideas debe ser atrevido. La sociedad nos presiona ferozmente para que nos conformemos", dice el autor casi como un reproche ante su postulado de que la creatividad otorga voz a la democracia y forma a la civilización. "Es plataforma de ideas y agente de cambios (…) Después de todo, es la imaginación lo que nos hace humanos".
9. Los artistas se levantan a pensar
Cuando el artista se sienta en su silla se transforma en otra persona. Deja de ser creador y se convierte en crítico. Tal es la importancia del descanso, salir de la caverna y volver a la obra para observarla de manera clara, alumbrada por la distancia y el tiempo. No hay que olvidar que muchos de los descubrimientos que devinieron en el mundo como lo conocemos se deben a momentos de receso justo y necesario. ¿Podría Newton haber descubierto las leyes de la gravedad si no se hubiera sentado a descansar debajo de un manzano?
10. Todas las escuelas deberían ser de arte
Para finalizar, Will Gompertz extiende el panorama del pensamiento creativo más allá del ámbito artístico, y se cuestiona: ¿Qué pasaría si la creatividad gozara de un estatus más elevado en las escuelas y universidades? ¿Y si las oficinas se convirtieran, también, en estudios de artistas? Para el autor, una economía creativa necesita de individuos que piensen de manera autónoma y sean libres e imaginativos. Entonces cada quien sería especialista en su campo y trabajaría con los esquemas empresariales del artista. No, las empresas no desaparecerían, pero ya no trabajaríamos para ellas, sino con ellas. La ventaja principal sería contar con una fuerza muy motivada y extremadamente creativa y flexible: profesionales que se sientan al timón de su destino; una nueva generación empoderada por sus carreras profesionales.
Al parecer, Will Gompertz concluye que los ideales de felicidad y motivación de la generación millennial están en lo cierto. ¿Pero no será, efectivamente, felicidad y motivación lo que le hace falta al mundo como lo conocemos?


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